Todos los canarios conocemos Binter y sabemos que lleva más de 30 años uniendo Canarias. Sin embargo, hace muy poco descubrimos que la compañía también une el Archipiélago con diez destinos nacionales. En este sentido nos llamó la atención los vuelos directos a Santander, en Cantabria, ya que nos apetecía descubrir el verano del Norte, sus pueblos y su gastronomía.
Esta era la primera vez que volábamos con Luca en los últimos dos años. Con sus primeros 6 meses de vida ya habíamos estado en Londres, París, Munich, Nueva York, Tokio... Con la situación actual, se nos hacía un poco bola el tema de volver a descubrir el mundo con él, pero con este nuevo destino ha sido cómodo y seguro por no tener que hacer ni un transbordo.
Hemos volado en un Embraer e195-e2, uno de los nuevos aviones de Binter. Se trata de una aeronave muy confortable, con conexión a bordo y muchísimas opciones de entretenimiento para niños y mayores. Además, ofrece para todos los vuelos nacionales e internacionales un aperitivo gourmet gratuito, que puedes disfrutar en casa o bien comer por turnos para seguir manteniendo la distancia social de seguridad.
Aterrizamos en Santander, nos hospedamos en la playa del Sardinero y el primer día comimos por la avenida de la playa, tomamos un helado en Regma y llegamos hasta el parque de la
Magdalena, descubrimos un paisaje espectacular. El parque tiene zonas muy divertidas para
Niños y cuenta con un tren para poder llegar hasta arriba pasando un buen rato. Esa noche cenamos en la terraza del Casino, muy cerca del parque y en una zona maravillosa.
Al día siguiente fuimos hacia la zona Oeste. Visitamos varios pueblos con encanto como Santillana del Mar, y Luca se convirtió en caballero con armadura e incluso caballo. Estuvimos casi todo el día. Después seguimos hacia Comillas y San Vicente de la Barquera, dos lugares de parada obligatoria. En primer lugar, Comillas ofrece varios lugares de parada obligada como Plaza de la Constitución y sus alrededores, el Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano y la Capilla Panteón de los Sobrellano o el Mirador de Santa Lucía y también cuenta con un tren turístico muy divetido. En San Vicente de la Barquera nos sorprendió el paisaje y, sobre todo, las grandes extensiones de arena. Además, tuvimos la suerte de que el tiempo nos acompañó.
A la vuelta a Santander, recomiendo el Cabezón de la sal y disfrutar del bosque de Secoyas, es impresionante. Por la noche, pusimos rumbo hasta Pedreña, el pueblo de Severiano Ballesteros, y comimos en el lugar de moda, El Tronki. Por cierto, el marisco estaba de muerte.
Al día siguiente teníamos previsto el plan más esperado por Luca, la idea era pasar la mañana en el Parque de la Naturaleza Cabárceno y después visitar Liérganes y Valles Pasiegos. Pero el parque merece una vista de un día al completo, además hay muchísimas zonas para hacer un picnic en plena naturaleza. Nosotros no lo sabíamos, pero en el coche siempre llevábamos un bolso con toallas, bañadores (un “por si acaso” muy canario) que nos sirvió para extender las toallas y disfrutar relajados bajo la sombra de un árbol. Fue un día inolvidable para todos.
El tercer día nuestra ruta fue hacia el Este. Pusimos rumbo a Santoña, la cuna de la anchoa, fue una experiencia cruzar el Parque Natural de las Marismas de Santoña. Nuestra siguiente parada fue Castro Urdiales. El puerto nos conquistó, comimos allí, en el Mesón Marinero y después paseamos por el puente Medieval y disfrutamos de unas vistas impresionantes de toda la costa del País Vasco. Castro Urdiales está a 20 minutos de Bilbao.
El último día queríamos disfrutar más de Santander, paseamos por sus calles y llegamos hasta el Centro Botín, una obra de Renzo Piano que se “alonga” sobre el mar. Las vistas desde el edificio son maravillosas. Ese día no paraba de llover, pero aun así fue mágico. Como colofón final comimos en un sitio muy recomendado, en Cañadío. Nos pareció brutal. Después, pusimos rumbo al aeropuerto, nuestro Binter con conexión directa a casa nos estaba esperando. Sin duda, un viaje muy agradable y fácil para realizar en familia, con muchos lugares cercanos para disfrutar. Destacamos el paisaje, la gastronomía y la facilidad para moverte. Tanto es así, que ya tenemos un viaje con amigos organizado para volver.