La Notre-Dame de Marsella, o más correctamente, la Basílica de Notre-Dame de la Garde, es visible desde casi cualquier rincón de esta ciudad francesa. Elevada en lo alto de una colina, es algo así como el faro de la vida marsellesa y de los marineros que llegan a este puerto. De ahí que no sea extraño su nombre, traducido como Nuestra Señora de la Guardia.
Notre-Dame de la Garde, el símbolo de Marsella
Su presencia protagoniza el perfil de Marsella e imanta la mirada de todo aquel que visita esta ciudad mediterránea. Es una de las cosas que ver en Marsella de forma obligada. De modo que, para que nadie se la pierda, aquí les contamos cómo llegar a la basílica y lo que les espera una vez que lleguen a este carismático monumento.
Cómo llegar a la Notre-Dame de Marsella
Si tuviéramos que decir solo dos lugares para visitar en Marsella, sin duda serían el Vieux Port, o Puerto Viejo, y por supuesto la Basílica de Notre-Dame de la Garde. El primero, al nivel del mar, y, el segundo, en una colina a más de 150 metros de altura sobre el azul del Mediterráneo. Ambos visibles y comunicados entre sí, para que nadie se los pierda.
Desde el Vieux Port parten los trenecitos turísticos que recorren gran parte del casco histórico marsellés y ascienden hasta Notre-Dame de la Garde. Tal vez no sea el camino más rápido, pero, sin duda, es el más atractivo, ya que el recorrido ofrece unas vistas preciosas de todo el litoral costero marsellés.
Obviamente, también hay otras formas de llegar a la Notre-Dame marsellesa. Una de ellas es el autobús urbano número 60. Un trayecto que comienza junto al Vieux Port. En concreto, frente al MuCEM —el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo—, otro de los lugares que debes para visitar en Marsella. Y desde ahí va ascendiendo hasta las inmediaciones de la Basílica.
Y, por último, por supuesto también se puede subir caminando. Primero, callejeando un poco, y luego por sendas entre pinos. Puede ser algo más fatigoso (según la forma física de cada uno), pero merece la pena el esfuerzo para luego contemplar las vistas y, después, disfrutar del templo, tanto por fuera, como por dentro.
Sea cual sea tu forma de llegar a la basílica, te aseguramos que la encontrarás espectacular, tanto por el arte que atesora, como por su peculiar historia. ¿Quieres conocerla? ¡Sigue leyendo!
Historia de Notre-Dame de la Garde
Los orígenes de la Notre-Dame de la Garde se remontan a la Edad Media. Fue a comienzos del siglo XIII cuando se construyó aquí un primer templo, que sería derribado para ser reconstruido unos doscientos años más tarde. Para entonces, el rey de Francia, Francisco I, decidió también construir aquí una fortaleza desde la que poder vigilar la costa.
De todas aquellas obras del siglo XV, la actual Basílica de Notre-Dame tan solo conserva parte de la vieja construcción militar, la cual le sirve de asiento para elevarla todavía más a los cielos. Y es que, a mediados del siglo XIX, la popularidad de este templo era tal, que se quiso reconstruir y ampliar, creando una imponente basílica acorde a la devoción popular que existía.
En 1853, el arquitecto Henri-Jaques Espérandieu recibió el encargo de construir el templo, si bien Notre-Dame de la Garde no se acabaría hasta cuatro décadas más tarde. No obstante, viendo el resultado final, lo cierto es que la espera tuvo una vistosa recompensa para todo aquel que la visita o la divisa desde la lejanía.
Qué ver en la Basílica de Notre Dame de la Garde
Pese a que la construcción actual se hizo en el siglo XIX, recuerda tanto al arte románico, como a las formas de la arquitectura bizantina. Y a eso hay que sumarle el atractivo bicolor del mármol con el que está construido, combinando el blanco con franjas verdosas.
Su fachada, su cúpula y, sobre todo, su altísimo campanario, atraen de inmediato las miradas. Y es que ese campanario se eleva sobre el pórtico del templo hasta los 41 metros para finalmente acoger en su parte más alta una figura de la Virgen, una escultura dorada enorme que supera los 11 metros de altura.
Si ver el templo desde fuera ya es llamativo, todavía falta entrar a su recinto interno. Por una parte, se puede visitar una cripta excavada en la roca, con una decoración de lo más austera. Lo mejor es comenzar por ahí la visita, ya que así todavía sorprende más la lujosa y recargada ornamentación del templo superior.
Aquí todo es color. La Notre-Dame de Marsella se construyó en su interior a base mármol blanco y rojo. Y lo mejor no es eso. Y es que donde no aparecen esos dos colores, se deja espacio para increíbles mosaicos de herencia bizantina. En ellos se cuentan relatos bíblicos que uno puede pasar horas contemplando. Al igual que destacan las decenas de exvotos repartidos por todo el templo.
En definitiva, Notre-Dame de la Garde es una de las principales visitas turísticas de Marsella, por las vistas que ofrece, por la belleza de su construcción, por el arte que atesora y por su historia. Para nosotros, ¡absolutamente imprescindible si te animas a coger uno de nuestros vuelos a Marsella!